miércoles, 23 de febrero de 2011

La mujer de la estación

Amanece en el tren, rápidos atravesamos los páramos hacia nuestro destino mientras un sol anaranjado despierta y puebla de luz todo a su alrededor, las montañas perezosas tratan de ocultar un sol que con fuerza lucha por subir cielo arriba. Ahora veo los árboles de postes y catenarias y los bosques de madera y aire.

Hace apenas una hora bajaba del taxi para poner un pie en la estación y otro pie en el corazón, todavía dormido me dirijo hacia la puerta de entrada y levantando la mirada me cruzo con la de una mujer. Eran los ojos de una persona, de una mujer de carne y hueso, unos ojos prójimos, cercanos, podría ser tu mirada de ahora mientras me envuelves en estas palabras, me respiras. Alrededor de los ojos un rostro sucio, un pelo sucio, un gesto de miedo y una ropa de harapos sucios. Debajo, un corazón latiendo no sé de qué, unas venas circulando como trenes hacia un amanecer, un despertar que no llega, un día más de suciedad, de soledad, de supervivencia, de lucha, de miedo.

Paso con inercia de largo, de corto de alma, me recupero y me paro. Todavía tengo clavados sus ojos prójimos en mi retina, todavía siento la cercanía de su mirada acompañándome. Aquella mujer podría formar parte de mi vida, ser mi mujer, ser mi madre, ser mi hija, nada distaba como un tren que hubiera llegado a la estación de mi corazón rompiendo la oscuridad de una noche que nos separa y trayendo el amanecer a mi andén interior, esa estación central que tenemos en toda gran ciudad.

¿Cuál es la frontera entre el nosotros y el ellos? Mi madre, mi mujer, mi hija forman parte de ese nosotros cercano, identitario, donde somos diferentes aunque iguales, donde su vida es mi vida, hay empatía, cercanía y amor. Los anónimos que caminan por la calle ya casi no son nosotros, se acercan más al ellos. Un desconocido grita en la calle, llora desconsolado y paso a su lado indiferente de miedo, incierto de qué le pasa y qué me pueda pasar si lo hago diferente, si me acerco y pregunto, si saco mi corazón palpitante y lo entrego. Las personas que salen en la televisión son ellos, en Pakistán o la China, en Argentina o Rusia, definitivamente son ellos, mi tren pasa rápido por las imágenes y mi retina es un folio en blanco, un tren vacío que no lleva mercancía en espera de un cargamento mejor, una estación mejor.

Aquella mujer, aquella mujer de repente era nosotros, aquella mujer de repente formaba parte de mi vida, no podía ignorar la escasa distancia en la vida que me separaba de ella. Sé que en cuestión de horas cualquier persona puede ser ella, en cuestión de minutos puedes forjar su mismo destino, provisional pues su tren no ha parado en la última estación. A veces pasa algo, un huracán, un tsunami o una guerra y entonces no podemos ver las imágenes indiferentes, ellos son nosotros, de repente un huracán podría presentarse en tu ciudad, una guerra llegar a nuestras casas, y clamas, pides ayuda, das ayuda, quieres que se haga algo.

Me di la vuelta, me acerqué a ella, una sonrisa, un profundo sentimiento de compasión, una moneda, mi mano rozando voluntariamente su mano, rompiendo las distancias prohibidas, acariciando su mano áspera, un poco, un pedazo de amor, un gesto, hablar sin palabras. Su sonrisa, una sonrisa tímida, oculta tras un miedo de fragilidad y un gracias.

Cuando los días se vuelven miseria eres consciente cada segundo de la fragilidad, tu fragilidad, cuando la vida baja a los sótanos sin ventanas sientes el miedo de ser vulnerable. El universo te hostiga, las personas te acosan y te sientes indefenso, la sociedad te da de lado y sabes que solo te tienes a ti mismo. Pobre, débil, frágil frente a algo mucho más grande.

Sentado en el tren el sol ha salido y me deslumbra el rostro, los ojos, iluminando sombras, dando luz sobre el mismo páramo que antes solo era sombras. Con algo de arrepentimiento ahora sé que podría haber hecho más, tal vez un billete, seguro unas palabras de esperanza, un “Dios te ama”, da igual si crees o no en Dios o cómo lo llames, puede que unas palabras de ánimo, de fuerza, de perdón. Me hubiera gustado decirle algo así como “Dios te ama, hay mucho amor ahí fuera esperándote, para acceder a todo solo tienes que comenzar por amarte a ti misma. Cierra los ojos, busca el amor, puede que comience por el perdón. ¿Qué necesitas perdonarte? Ámate y sigue adelante, tu lo mereces todo”, tras un estrecho apretón de manos, un abrazo de manos, dos corazones latiendo a la par.

Quiero regalarte una reflexión desde tu interior: “¿Qué es la compasión?” si estás segura que lo sabes investiga para respaldar que estás en lo cierto, si no lo tienes claro, te invito a que reflexiones sobre ello y busques la verdad que hay ahí para ti.

Te está esperando.

5 comentarios:

  1. Interesante reflexión. Compasión es empatia hacia los que creemos que tienen menos que nosotros.

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  2. Gracias, para mi la compasión es una mezcla de empatía, respeto y amor. Empatía por su situación, respeto por su momento en la vida y cómo llegó ahí (no juzgar) y amor por la otra persona.

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  3. Juan ! Eres un poeta ! Me encanta este post... el mero hecho de detenerte y sonreirle, de desearle un futuro mejor aunque no se lo dijeras de viva voz, ya va a hacer por ella mucho más que una moneda o un billete !

    Es un claro ejemplo de expansión del amor. Te dejo con tu permiso lo que tu historia me ha inspirado a escribir en mi blog:

    http://www.sophiarascon.com/2011/02/expand-into-oneness-of-love.html

    Un fuerte abrazo !!!!

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  4. Gracias Sophia, no necesitas mi permiso, das sentido al propósito de este blog.

    Me ha gustado mucho tu post, es curioso que a veces echo en falta conexión con la unidad, será que quiero más...

    Un besazo!

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  5. Hola Juan! Aunque lo he leído tarde, el correo de la ofi casi no lo veo ahora por la baja de maternidad, me ha encantado ;-)es una preciosidad, tanto por como esta escrito,como por esos sentimientos tan nobles que describes de amor y compasión. ¡Tienes un corazón que no te cabe en el pecho! Me alegro de tener la suerte de conocer personas tan auténticas como tú. Un Abrazo gigante compañero

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