martes, 15 de marzo de 2011

Espejito, espejito

Todos reflejamos, desde dentro hacia afuera y de fuera hacia adentro. Somos un organismo permeable, un ser poroso, como una medusa en su medio acuoso, apenas sabes cuál es su agua y el otro agua, si es que hay distinción.

¿Recuerdas caminar por la calle y cruzarte con una cara irresistiblemente sonriente? ¿Qué pasó a continuación? Una sonrisa se dibuja en tu rostro, de repente una boca extendida. ¿Entrar en una habitación donde hay personas llorando? ¿eres capaz de reir?

Los seres humanos tenemos mecanismos para conectar con nuestro entorno y vivir en su seno, como un camaleón es capaz de mimetizarse con el terreno, las personas somos capaces de sintonizar nuestro tono, energía y geografía al ambiente que nos rodea. Hay que sobrevivir.

Está demostrado neurológicamente y mediante técnicas de imagen la existencia de un conjunto de neuronas, las neuronas espejo, que nos permiten reflejar el exterior en nosotros, a través de nosotros, como un canal que concentra y expresa lo que nos rodea. Somos capaces de conjuntar mejor que ningún otro ser vivo con el entorno.

Cuando vemos tristeza en otro rostro, no solo lo vemos, automáticamente lo buscamos en nuestro interior para conectar para reconocerlo y reconocer lo que sucede fuera de nosotros. Somos completos, cada persona es capaz de reconocer y distinguir las emociones y reacciones de cualquier otro ser humano, solo hay que estar abierto, abrir el canal y escuchar, una sensibilidad extraordinaria a veces dormida, a veces muy despierta.

Somos completos, nada falta en nosotros, somos el ying y el yang, blanco y negro pasando por todos los colores y tonos. Observando a alguien podemos encontrar en nosotros el egoísmo y la generosidad, porque si lo reconocemos es porque habita en nosotros. Podemos reconocer el amor, el odio y la indiferencia. Efectivamente somos capaces de amar, odiar y ser indiferentes cuando nos lo proponemos.

A veces me pregunto por ciertas personas, les observo y descubro que son impermeables a lo que sucede fuera, les hablas y es evidente que no escuchan, te oyen pero no escuchan. Puede suceder cualquier cosa a su alrededor que actuarán igual independientemente. Por eso muchas veces descubro que se tropiezan con otras personas, se golpean contra obstáculos inexistentes, se mueven como si su espacio no fuera el espacio que veo. Durante mucho tiempo he tildado este comportamiento de “sordera”, pueden tener un oído muy fino, sin embargo no abren los canales para escuchar, los sentidos están cerrados a apenas lo imprescindible, siento la persona encerrada en una burbuja interior, levantando muros entre el Yo y el entorno.
Hoy he descubierto la razón, el ruido, un ruido interior intensificado, cada vez más ruido interior, más voces, más interferencias, más mundo interior inventado, más pasado mejor o peor y más futuro deseado o temido, poco presente, poco aquí y ahora, poco reconocer lo que hay, dentro y fuera, y cubrir todo de un tono personal, un filtro personal, una lente especial que todo lo distorsiona hasta no verlo.

Realmente no son sordos, o sí que lo son porque el ruido no les deja oír, o sí que oyen aunque no escuchan. Realmente no son sordos, solo están enfermos, solo estamos enfermos, de Ego, de una identidad a ultranza con nuestro mundo personal, no lo que hay, no la realidad, sino una lucha constante por moldear el mundo, la vida y a nosotros como deseamos. Deseo, ese oscuro anhelo.
Como un rey medieval que dedica su vida a luchar contra los elementos y acaba encerrado en su castillo, solo, hastiado, loco, mientras el mundo discurre maravilloso por ahí afuera. Un mundo imprevisible y sorprendente, lleno de magia y vida, de regalos preciosos que a veces nos encantan y otras no entendemos e intuimos. Personas que aman y odian, vida y muerte, suerte y desgracia, sonrisas y lágrimas, vida intensa, vida plena, como un río corriendo fuerte y abriéndose paso allá por donde pasa.

Así también reflejamos nuestro mundo interior hacia afuera, hacia nuestra vida y los demás. Si en mi corazón hay alegría ¿cuál es mi actitud? ¿qué transmito y qué atraigo a mi vida? Si mi corazón hoy está oscuro y me cruzo con esa persona alegre, es posible que no me apetezca mucho estar a su lado, como un pesimista tiene difícil convivir con un optimista.

¿Cuál es mi estado interior? ¿Qué encuentro dentro de mí? Eso estás transmitiendo al mundo y eso estás atrayendo. Como una ley electromagnética, como una ley de la gravedad, ¿qué atraes? ¿qué sucede últimamente en tu vida? ¿qué personas te rodean? Posiblemente sean un reflejo de lo que hay dentro de ti. Vete más allá de la negación, piensa menos y siente más. ¿Qué te dice tu interior? ¿Qué sientes que te falta? Si te permites soñar por unos segundos… ¿de qué quieres más?

Escúchate, literalmente, escucha tus propias conversaciones con otras personas. Puedes grabarte y no prestes tanto la atención a lo que dice la otra persona como lo que dices tú. Si esas palabras se las escucharas a otro ¿qué te estás diciendo a ti mismo? ¿qué transmites con tus palabras, con tu energía, con tu geografía?

Una pregunta de reflexión, cuando algo no te gusta, cuando las circunstancias te sobrepasan, cuando no deseas estar donde estás ¿cuántas veces te sorprendes a ti misma pensando si cayeras enferma? ¿cuántas veces deseas que ocurra algo que te saque de ahí? ¿cuántas horas gastas en pensar que no te gusta lo que vives?

Entonces ¿te sorprende ponerte enfermo? Lo que hay dentro lo reflejas fuera, ahora ya no sé, como la medusa, cuál es tu agua y cuál es mi agua.

3 comentarios:

  1. Gracias Susana por estar ahí, velando por el mundo por las personas, en la estación haciendo sonar tú chimenea, a punto de partir, tú destino es el amor, tú recompensa la plenitud.

    A Susana, voluntaria de ACNUR. Gracias, me escribes?

    ResponderEliminar
  2. Hoy sé que de lo que hablo es del Ego, de un Ego desmedido y descontrolado que muerto de miedo te encierra, grita, hace ruido y te desconecta del entorno, de ti y de la vida, haciendo los días cada vez más amargos, más victimismo y más queja.

    ResponderEliminar