miércoles, 16 de junio de 2010

Mandalas

Algo que siempre me ha llamado la atención son los mandalas de arena del budismo tibetano, cómo se obtiene una obra de arte digna de admiración, con un gran esfuerzo en tiempo, cuidado de los detalles e incluso coordinación al haber varios monjes en su elaboración.

Recuerdo las primeras veces que observé con consternación cómo al finalizarlo se destruía semejante obra, que conservada podría tener valor y ser expuesta y disfrutada. Casi me sentí insultado al ver tal destrucción, saber que semejante belleza estaba condenada a ser efímera por voluntad de las personas y no de los acontecimientos.

Hoy creo encontrarle más sentido y aunque me apenaría no volver a ver un mandala completo y al ver uno nuevo saber que no es igual, sin embargo el nuevo es tanto o más hermoso que el anterior. ¿Acaso no es eso la vida? una sucesión de creaciones efímeras condenadas a desaparecer, vidas, obras de arte, cosechas, etc... Hay un ciclo y es inevitable resistirse, todo es perecedero y solo desde el presente aparenta eternidad.

Me recuerda esos momentos de profundo enamoramiento en todo comienzo de relación profunda, donde todo es tan intenso, tan eterno y en aquel momento, en ese beso o esa mirada diría que el tiempo es infinito y somos indestructibles, el sentimiento nos desborda y entregaríamos nuestra vida porque aquello es imperecedero. (No voy porque el amor sea efímero, que evoluciona sino por la sensación de eternidad de esos momentos)

Carpe diem!!! conceptos como esperar a cumplir tus sueños, esperar a conseguir resultados para celebrarlo, evitar las emociones y su intensidad por no sufrir... se me vienen varias cosas, por ejemplo que en una encuesta a padres/madres con hijos adultos, ningún progenitor se arrepintió de ningún minuto pasado e invertido con sus hijos, sin embargo sí había arrepentimiento y frustración en aquellos que sacrificaron aquellos años y no disfrutaron de sus hijos. Para mí fue una gran enseñanza, es un tiempo que no va a volver y todo lo que pueda disfrutar y estar con los hijos es algo que me llevo nadie me quitará.

También me viene el dicho popular: "que me quiten lo bailado", y es que ya disfrutado queda en el pasado y si mereció la pena nadie te lo quita del equipaje salvo el olvido.

Al final de los días, cuando de viejecito se hace resumen y se echa la vista atrás, considero se valoran los momentos realmente vividos, incluso aunque malos nos mantuvieron vivos, los tiempos que no nos dieron plenitud se vuelven olvido sin memoria. Observo y recuerdo en mis abuelos que a partir de cierta edad ya solo hablan de recuerdos, desconectan del presente que apenas atienden y viven de memoria. No hay uno solo de esos recuerdos que no sea emotivo, intenso y pleno.

Vivimos en una sociedad que nos condiciona hacia la racionalidad, obviar las emociones y enfocarnos en resultados. El logro es la meta y el camino da igual. Pero eso también podría ser otro post que este ya va muy largo...

1 comentario:

  1. Uff, ahora volviendo a leerlo se nota que estaba con fiebre y medicamentos. Siento la prosa torpe.

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