El padre de un amigo me contó una historia que me dejó huella y marcó un aprendizaje en mi vida. El padre de mi amigo se dedica a la venta ambulante, en aquel tiempo recorría pueblos del norte de España vendiendo su mercancía.
Eran tiempos duros y de poca venta, con apenas cincuenta pesetas y más hambre que un lobo entró en un bar a pedir un café con leche que seguramente sería lo único que metería al cuerpo ese día. Quien sabe si pudo comer algo el día anterior.
Allí, en ese café de carretera a pie de pueblo, en pleno invierno se refugiaba al calor de un café con leche con menos de una perra chica en el bolsillo, un hambre de Caín y la derrota de un nuevo día por bandera.
Un paisano en una mesa del bar pidió un pollo, al servirle aquel pollo recien hecho y jugoso el padre de mi amigo quedó mirando como quien ve un espejismo en un desierto infinito tras una eternidad de sed. El paisano le vio y le preguntó "¿gustas?". El padre de mi amigo tardó menos en sentarse a comer que en llegar la respuesta y antes que el paisano pudiera pestañear estaba dando cuenta de aquel pollo.
Cuando este hombre me lo contó, trajo un dicho popular: "Juan, el que tiene verguenza ni come ni almuerza".
Y tú, ¿que quieres? ¿de qué tienes hambre? ¿vas a comértelo o seguirás diciéndote que no?
Y lo que es más importante, ¿a qué sabrá un poco de eso en tu boca?
Muy bueno ! Sigue así. Un abrazo !
ResponderEliminargracias!!! y tu inyectando esa gran energía en el mundo :)
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