viernes, 10 de diciembre de 2010

A veces llegan cartas...

Desde que era niño siento una fascinación especial por los buzones de correo, ese cajetín a la puerta de nuestra casa donde el cartero nos visita todos los días. Recuerdo llegar a casa de la mano de mi madre y ella, en un gesto automático, abrir el buzón y sacar las cartas y a veces paquetitos, a veces no sacar nada y encontrar un vacío.
El momento de abrir el buzón eran instantes de incertidumbre, de no saber qué encontrarás salvo que ya asomara un sobre por la ranura, algo más inquietante porque sabes que hay algo esperándote y no sabes qué. Da igual que yo no fuera el destinatario de esas cartas, tan pequeño y en aquellos años nadie estaba interesado en comunicarse a distancia conmigo.
Acercarse al buzón cada día era como ir a una playa a la espera que arribe una botella con un mensaje, una carta, un regalo. Hiciera viento o marea, un sol al amanecer o una brisa suave acariciando el rostro, acercarse a esa playa, tu playa, a la espera que haya llegado la botella que estás esperando. No sabes qué botella, no sabes qué contendrá, sabes que la reconocerás cuando la veas. Sé que estoy esperando una sorpresa, algo nuevo, como un amanecer desde una celda de sombras.

Más mayor comencé a comprar música y videojuegos por correo, y entonces la espera era una angustia, no había internet y enviaba una carta con el pedido, contra reembolso, los días se hacían eternos, acudir cada mañana al buzón una angustia, volver de la escuela y preguntar a mi madre si había algo para mí, una frustración. Hasta que llegaba y lo tomaba de manos del cartero, iba a la oficina postal a recogerlo, me lo entregaba mi madre previo reembolso del contra reembolso. Pero abrirlo tenía algo de decepción, casi prefería dejarlo cerrado y observarlo, esperando una magia que lo convirtiera en eso que estaba esperando. Abrirlo significaba encontrar lo que había pedido y en el fondo me preguntaba “¿dónde está la magia?” “¿dónde la botella misteriosa que estoy esperando?” “¿porqué no habrá ocurrido el error de una confusión y enviarme algo inesperado?” Porque al final, si se hubieran equivocado, si hubiera recibido cualquier disparate, más allá de la frustración momentánea y superficial quedaría un poso de incertidumbre.

La ilusión no podía durar para siempre y tantos días de buzones abiertos y esperanzas rotas, de realidades presentes y magia ausente, de pedirle a la vida algo nuevo y emocionante que diera sentido al día, se tornó en aceptación de un determinismo lineal y crudo. Un algo de ingeniería alemana, de precisión suiza, instalados en nuestras vidas.

Hoy sé que los días son como esos buzones, cada nuevo día es un buzón por abrir, cada día pasado es un buzón abierto con cartas que ya hemos leído, paquetes que ya hemos abierto. He vivido muchos días de ingeniería alemana, acostumbrado a una vida lineal y determinista, siguiendo las mismas carreteras que ya conozco y rodé miles de veces, hablando con las mismas personas, evitando a los desconocidos que no sé qué podrán traer, comprando los mismos productos de siempre, trabajando en lo mismo de siempre.
Mis días pertenecen a un mismo buzón, sé las cartas que me van a llegar y aquello que no me espero dista mucho de darme sorpresas, Solo me llegan los paquetes que he encargado y más rápido y sin reembolso, con trazabilidad total de dónde se encuentra mi pedido. Descanso mi tranquilidad en una cadena de confianza de la que soy eslabón, un buzón apagado y gris, que puedo prescindir de abrir durante días sin riesgo de riesgos.

Desde hace tiempo algo ha cambiado, quiero volver a abrir el buzón con ilusión, sin saber qué me espera, recuperar la magia de aquel niño curioso e inquieto, ingenuo, que no sabe qué hay al otro lado de la puerta, del buzón. Entonces ahora veo oportunidades donde antes había amenazas, y hablo con desconocidos escuchando qué tienen que decir y miro a las personas como una fuente mágica de sorpresas y cambio los caminos y las carreteras, provoco al mundo y las oportunidades. A veces el mundo se queda mudo y no dice nada, otras veces, otros días, te encuentras con personas entrañables, te ocurren cosas sorprendentes, llega una carta que no esperas y te dice algo que no habías escuchado antes, un paquete con apariencia normal, lleno de magia.

Y tú, ¿qué esperas al abrir el buzón?

Si deseas recuperar la magia, si me dejas, te acompaño…

2 comentarios:

  1. Excelente analogía Juan, lo has explicado muy bien, me ha encantado lo del buzón y lo de las compras contrareembolso, que nervios, un fuerte abrazo.

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  2. Hola Juan. Lo mejor de lo mejor es que nuestros días y todo lo que nos sucede son hechos realmente extraordinarios, sólo tenemos que pararnos y permitirnos disfrutarlo, abrir lo que estamos viviendo, como los niños que siempre somos, y recrearnos con todo. Hasta cuando observarmos lo que nos puede parecer poco agradable, si lo hacemos como alumnos, nos podemos sentir como elegimos.

    Saludos
    Rosa M.

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